jueves, 6 de mayo de 2010

La corrupcion

¿Que es la corrupcion?

A parte de la palabra de siempre repite nuestro maestro de ciudadania sino que

La corrupción no es una forma del ser, sino una forma de ser en sociedad. En ese sentido primero fueron las asociaciones corruptas, y las sociedades corruptas, que dieron lugar al corrupto. La corrupción no se inicia con la realización individual de un acto corrupto, sino, y tomo palabras prestadas, con la conversación de dos hombres sobre la realización ese acto. De ahí que una de las mayores, y en ocasiones la única, prueba de cargo contra un corrupto sean las conversaciones grabadas.


Un corrupto es un resentido: alguien que no cree tener lo que merece. Un corruptor es un propagador de resentimiento: alguien que te recuerda que no tienes lo que te mereces. Un corruptor capta voluntades y opera mediante pequeños resarcimientos del resentimiento: un regalo para recordarte que él sí está dispuesto a proporcionarte lo que te mereces.


El resentimiento es una consecuencia de la vida en sociedad, el reconocimiento de una ofensa o una injusticia que no se cierra, sino que bien al contrario se revive, se re-siente. Sloterdijk lo establece como motor psicopolítico de los totalitarismos del siglo XIX y XX, y no es privativo de ninguna clase socio-económica: El comunismo ruso como resentimiento de los campesinos hacia sus explotadores, el nacional-socialismo como el resentimiento de las clases medias alemanas ante el fracaso de la república de Weimar, incapaz de proporcionarles la estabilidad social y política necesaria para espantar el fantasma de la caída en desgracia.


El contrario del resentimiento no es la riqueza o el bienestar. Es la justicia. Pero incluso ésta puede ser corrompida por el corruptor. El corrupto puede actuar movido por su deseo de reparar una injusticia por medios equivocados: no para su propio beneficio, sino para reparar la ofensa perpetrada contra el resentido, para cauterizarla. Al poderoso le rodea la tentación de impartir justicia personalmente, y no institucionalmente, porque puede.


El poder es el medio ambiente del corruptor, y su mecanismo es la envidia, otro concepto social. No la envidia del objeto, sino la envidia de la posesión. Se desea lo que el otro posee, y la realidad material de esa posesión no es importante. La envidia es un trauma complejo de posesión y desposesión porque cualquier cosa que otro posea es una desposesión. En ese sentido, el drama del envidioso es aún peor que la del resentido (reparable mediante la justicia), porque no tiene fin, siempre hay algo que no es poseído porque lo posee otro. Es, propiamente, una tragedia.


Si el pecado original del individuo es el conocimiento, el pecado original de la sociedad es la envidia: Caín mató a Abel porque el señor se fijó más en la ofrenda del segundo. Envidió la deferencia del poderoso, algo que él mismo no podía ya poseer.


Nuestras sociedades occidentales están fundadas sobre el fratricidio. Caín y Abel disputándose la supremacía de sus dos modelos sociales, el nómada-cazador y el agrícola; Eteocles y Polínices disputándose la corona a las puertas de Tebas; Rómulo y Remo disputándose el limes de la futura Roma. Actos terribles que ligan a nuestras sociedades mediante la violencia fundamental: uno tiende a pensar que Freud describió bien el trauma original de la sociedad del siglo XIX mediante la figura del asesinato del padre, pero esa figura es inservible para describir el trauma original del siglo XX: matar al hermano. Guerras civiles como la española, guerras mundiales (que han sido definidas por alguien como guerras civiles europeas), matanzas, soluciones finales…

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